Por Alejandro Hernández
La diferencia entre la adaptación cinematográfica de “Downton Abbey” y la de “Retorno a Brideshead” realizada por Julian Jarrold en 2008 es, simplemente, que la que ahora se estrena tiene la ventaja de contar con el mismo reparto de la serie, buen parte de su equipo técnico y tomar todavía en caliente a los fans, que la recibirán como una séptima temporada, de un solo episodio o episodio doble.
Julian Fellowes, guionista y creador de la serie, y Michael Engler, que ya dirigiera cuatro capítulos para la pequeña pantalla, no se han complicado la vida ni han pretendido lidiar con experimentalismos: todo, en “Downton Abbey”, está en su sitio, todo transcurre plácidamente sobre el molde establecido por la serie y todo es, por supuesto, resplandeciente, majestuoso, aristocráticamente esmaltado.
Para la ocasión, un “macguffin”: la visita de los reyes Jorge V y María de Inglaterra al imponente castillo de los Crawley y cómo afecta tanto a la familia noble como al nutrido servicio.
En la película hay una pequeña colección de dramas (no falta un coyuntural idilio gay) y mucha comedia, ya sea arriba o abajo. La más jocosa es la protagonizada por el mayordomo Carlson, ya jubilado pero puntualmente recuperado para ocasión real, y su enfrentamiento con el mayordomo enviado por la Casa Real.
La incorporación de un nuevo personaje, Lady Bagshaw, interpretado por Imelda Stauton, permitirá un divertidísimo cara a cara, o relación amor-odio, con Violet Crawley, condesa de Grantham, interpretada por Maggie Smith. Sólo por ver en acción a estas dos venerables damas ya merece la pena la visita.
Lo demás es puro masaje a las retinas, una caja de bombones expertamente diseñada por los mejores pasteleros británicos.
CALIFICACION: 8/10